Durante una de nuestras sesiones de meditación en la sala Aruna en Vigo, una participante compartió que su bienestar dependía de la aprobación y el reconocimiento de los demás. Se preguntaba cómo podía amarse más y mejorar su autoestima, sin que ello la llevase a reforzar su ego.
Hay muchas maneras de amarse a uno mismo. En un primer grado, el amor propio depende de la validación externa. A medida que aumenta el autoconocimiento, comenzamos a darnos amor en formas que no dependen ya del juicio externo, pero que siguen ligadas a la autoimagen y la identificación con el cuerpo. Es a través de esta fase de transición y autoconocimiento que podemos alcanzar el grado más alto de autoestima: el que está basado en la conciencia de ser, donde el cuerpo es una herramienta y la vida fluye.
Cuando perseguimos la validación externa buscamos la aprobación de los demás porque eso nos hace sentir bien. Por tanto, podemos considerar que existe ya amor, aunque de una calidad más baja. Podemos tomar el ejemplo de María, una profesora de yoga, que se preocupa excesivamente por su apariencia y por ser percibida como la mejor en su campo. Además de hacer servicio en la comunidad, meditar cada mañana y llevar una dieta estricta, se ejercita de forma constante y disciplinada en los asanas, incrementando la dificultad cada día. Cuando alcanza un nuevo logro, se siente bien, pero si no recibe el reconocimiento esperado, su autoestima se desploma. Esta necesidad de admiración la lleva a un esfuerzo continuo por ser reconocida y la distrae de la verdadera esencia del yoga.
Esta dependencia de la evaluación externa puede agotarla emocional y físicamente, afectando también a sus relaciones, que se vuelven demandantes y superficiales. En la medida en que María desarrolle el desapego a la validación de otros, crecerá su autoestima. Sin embargo, mientras siga identificada con el cuerpo, su valor y confianza continuarán asociadas a que sus propias expectativas de logro y apariencia se adecuen a la realidad.
En esta fase, una forma de darse amor es cuidando el cuerpo. María come sano, aunque de una forma muy rígida. Solo come frutas y verduras ecológicas y realiza ayunos con frecuencia. Todavía no se ha dado cuenta de que lo hace como una forma de reafirmar su necesidad de perfección, creyendo que solo así será feliz.
Lo que ha ocurrido es que la dependencia de la validación externa ha sido sustituida por una dependencia de la autovalidación y la autoimagen. Aunque esto supone una mejora en el amor propio, aún existe una autoestima basada en el ego y la identificación con el cuerpo. María se está amando al desapegarse de la necesidad de aprobación de los demás, pero aún tiene una imagen formada de lo que debe ser una profesora de yoga y la creencia de que solo podrá sentirse plena si se adecua a esta imagen. Aunque se va liberando de la búsqueda de reconocimiento, se da cuenta de que su vida carece de plenitud y de una mayor naturalidad y fluidez al necesitar aún de su propia aprobación.
María, aún insatisfecha, se interesa por conocer cómo está funcionando el autojuicio interno que le sigue exigiendo logros para estar bien. Este acto de amor a sí misma empieza por atreverse a mirar, a ver con más claridad y objetividad como está funcionando. Conocerse pasa a ser prioritario. Para ello, el primer paso es observar el cuerpo de manera objetiva, sin identificarse con él ni emitir juicios. Aceptar es amar. Al aceptar sus virtudes y defectos, María va descubriendo un espacio de desidentificación donde se encuentra bien sin necesidad de aparentar o ser nada distinto a lo que ya es, así se va liberando de la necesidad de demostrar lo bueno y ocultar lo malo, incluso para sí misma.
María ha comenzado a disfrutar de sus clases por el valor mismo del proceso en sí, no por la admiración de los alumnos. Incluso ha dejado de levantarse a las seis de la mañana cada día para meditar solo por cumplir un ideal. Ahora la meditación surge en ella de forma espontánea cuando la situación lo requiere. Siente cómo su cuerpo se coloca en los asanas de forma cada vez más natural, como si su cuerpo estuviera en manos de una nueva ligereza y maleabilidad. Esto refleja una integración más profunda del yoga en su vida, basada en la conexión con la esencia y no como una disciplina rígida. Lo que lleva a María a una realización genuina del yoga.
Cuidar el cuerpo es amar, pero ahora María lo hace sin identificarse con él. Ahora, su relación con la alimentación se ha relajado, sigue cuidándose pero sin obsesionarse, más enfocada en disfrutar de la comida que en cumplir con dietas impuestas. En este nivel de autoconciencia no vamos al gimnasio o al salón de belleza para reafirmar nuestra identidad y valor, sino con la conciencia de cuidar el instrumento a través del cual la vida se expresa: nuestro cuerpo.
Nuestras motivaciones dejan de basarse en tener que demostrar para pasar a un interés en la sensación de simplemente ser. Aprendemos a valorarnos por lo que somos en lugar de lo que hacemos o poseemos. En las actividades del día a día, dirigimos el foco de la atención hacia la fuente de la atención, que es lo que somos. Tomamos conciencia del espacio de percepción que somos en esencia y nos mantenemos en esa conciencia de ser. Esto es amor a uno mismo de alta calidad. Para un aspirante espiritual basta con recordar esto para que la experiencia presente se reenfoque y cambie de perspectiva.
A medida que nos desidentificamos del cuerpo, nuestra percepción de valor se estabiliza al conectar con nuestra esencia que es la vida misma. Dedicamos más tiempo y energía a nuestro ser esencial, volviéndonos más conscientes de nuestra experiencia continua. La autoestima se traslada del esfuerzo personal a una confianza en la vida. Cada acción que realizamos se convierte en una expresión pura de esta confianza, liberándonos de la presión de validar nuestro valor a través de logros o la aprobación.
El cuerpo deja de ser algo que necesitamos mejorar para reafirmar nuestra identidad y aumentar nuestra autoestima y se convierte en un instrumento para expresar nuestra verdadera esencia y conectar con algo más grande. Este cambio nos lleva a una aceptación más profunda de nosotros mismos y nos permite confiar en el flujo natural de la vida, sin necesidad de buscar validación tanto externa como propia.
Recomendación de la lectura Cuando todo se derrumba de Pema Chodron
Otros artículos relacionados que pueden resultar de interés:
Mejorar las relaciones familiares desde la espiritualidad
La espontaneidad está sobrevalorada
Para tener buenas relaciones empieza por ti
Para encontrarte, no hace falta ir a la India
Manel dice
Me ha gustado mucho el enfoque que le has dado , para conseguir l’ autoestima lejos de narcicismos i reconocimientos egoistas.