Anhelamos relaciones armoniosas con los demás, pero solemos pasar por alto que estas se fundamentan en la exploración de nuestro propio mundo interno. Por ello, nuestros esfuerzos por conectar con otras personas y brindarles apoyo suelen fracasar cuando carecemos de autoconocimiento. Las relaciones humanas son un espejo que refleja nuestra comprensión más profunda de nosotros mismos. Los conflictos cotidianos que enfrentamos están intrínsecamente ligados a nuestro grado de comprensión interna. Nuestra vida social, ya sea tranquila o plagada de dificultades, refleja el nivel de profundidad con el que entendemos el juego espiritual que no solo moldea nuestra existencia, sino que también enriquece nuestras interacciones con los demás.
Cuando nos hacemos conscientes de nuestras propias luchas internas, ganamos una mejor comprensión de por qué otros también pueden tener dificultades similares. Este proceso nos capacita para ver con mayor claridad la situación de los demás y nos aleja de los juicios y críticas constantes que sólo generan malestar. Por ejemplo, si sufrimos nuestra autocrítica y observamos y reflexionamos sobre cuánto nos abruma, podemos comprender la presión que otros sienten al enfrentarse a sus propias carencias. Así, fortalecemos nuestra capacidad para ponernos en la piel del otro, cultivando empatía y reduciendo nuestros impulsos de juzgar tanto.
Si observamos nuestras interacciones diarias con atención, veremos cómo este fenómeno se manifiesta. Marta solía salir alterada de las reuniones que tenía con Raúl, el jefe del departamento técnico de su empresa. Raúl tenía la costumbre de elevar la voz en tono agresivo y comunicarse de manera poco amable cuando Marta, la directora financiera de la empresa, no aprobaba sus presupuestos por exceder los topes establecidos. Sin embargo, desde que Marta ha comenzado a adentrarse en la espiritualidad, la auto-observación la ha hecho más consciente de sus propios defectos y comportamientos negativos. Se ha dado cuenta de que, a menudo, aunque esta no sea su intención, no puede evitar hablar de manera inapropiada a su pareja cuando esta discrepa en asuntos familiares.
El autoconocimiento posee un poder extraordinario: transforma la percepción que tenemos de los demás. A medida que experimentamos nuestra incapacidad para comportarnos como desearíamos, empezamos a ser más tolerantes con los fallos de los demás. Abandonamos los juicios y comenzamos a sentir compasión. En lugar de juzgar a una persona como mala, entendemos que está gobernada por sus circunstancias. Al aceptar que hay ciertos patrones de comportamiento en nosotros que no podemos cambiar, incluso si lo intentamos, vemos con más claridad que los demás tampoco pueden cambiar ciertos aspectos de sí mismos que los limitan. Este proceso llevó a Marta a empezar a ver a Raúl con una mirada nueva. En lugar de devolver el mal tono o los gestos poco amables, como solía hacer antes, Marta optó por responder con calma y comprensión. Lo sorprendente para ella fue que esta actitud transformó su relación con Raúl: las reuniones se volvieron mucho más fructíferas y llevaderas.
La auto-observación nos da la oportunidad de reconocer nuestros fallos y cuestionarnos hasta qué punto tenemos libre albedrío. Esto nos lleva a entender que los demás tienen, igual que nosotros, limitaciones para actuar como les gustaría. Entonces, dejamos de sentir resentimiento hacia los demás por sus defectos. Más adelante, Marta enfrentó una situación que puso a prueba su nueva perspectiva. Cuando tuvo que viajar a la central de su empresa en Estados Unidos y ausentarse una semana, su hijo enfermó de gastroenteritis y empeoró debido a que su pareja, con buenas intenciones, pero falta de conocimientos, le dio un alimento inadecuado. Inicialmente, Marta sintió un enfado creciente hacia su marido pero luego recordó experiencias similares suyas y empatizó con él.
Al observar el mecanicismo de nuestros comportamientos, nos abrimos a la espiritualidad, al darnos cuenta de que no somos un cuerpo-mente. Esto genera un movimiento en lo que consideramos nuestra identidad real, pasando del cuerpo a la conciencia. Al dejar de identificarnos con el cuerpo surge un nuevo condicionamiento: ya no necesitamos defendernos o autoafirmarnos tanto. Al entender mejor nuestra situación, nuestros comportamientos mejoran, reflejando nuestro nivel de conciencia. Dejamos de sentir el orgullo que nos impide escuchar a los demás, y el rencor hacia ellos, ya que entendemos mejor que las otras personas también son esclavas de este mecanicismo y de su nivel de conciencia. Marta, que lleva tiempo auto-observándose, al sentir el enfado por la conducta de su marido, se da cuenta de que está cayendo en la creencia errónea de que somos hacedores. Esto le permite soltar y relacionarse desde una mayor claridad. Más consciente de que su esposo ya estaba pasando un mal momento, al sentirse culpable. En lugar de regañarlo por su error, lo que hubiera desencadenado una nueva tensión, vivió un nuevo cambio en la relación. Desde un nuevo nivel de conciencia, pudieron hablar de un modo amable y constructivo sobre las diferencias entre las buenas acciones y las buenas intenciones.
Además, conocernos mejor influye en nuestra capacidad para manejar conflictos de forma más productiva y establecer límites saludables en nuestras relaciones personales. Al comprendernos mejor, desarrollamos una mayor habilidad para comunicar nuestras necesidades y expectativas. Por ejemplo, si alguien reconoce que necesita tiempo a solas para recargar energías, podrá comunicarlo de manera asertiva a su pareja, evitando así malentendidos y resentimientos. Esta habilidad de comunicación contribuye enormemente a mantener relaciones más equilibradas, donde ambas partes se sienten comprendidas y respetadas.
El autoconocimiento no es únicamente un viaje interior, sino que también sirve como fuente de inspiración para quienes nos rodean. Nuestro compromiso con la búsqueda espiritual puede motivar a otros a emprender sus propios caminos de autodescubrimiento, fortaleciendo así los lazos que compartimos y enriqueciendo nuestras conexiones mutuas. Este proceso de autoexploración va más allá de la comprensión individual; es una fuerza dinámica que moldea nuestras relaciones. Al sumergirnos en nuestro mundo interno, se desencadena una transformación que se extiende a los demás, fortaleciendo conexiones más auténticas. Al iluminar nuestro mundo interno, hacemos posible un mundo donde las relaciones humanas prosperan a la luz de la compasión y la comprensión mutua.
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Dayami dice
Respetando siempre a nuestros semejantes, comprendiendo que no somos perfectos, que estamos limitados por nuestras creencias, es suficiente para generar un sentimiento de compasión por nosotros mismos y por los demás, creo que en todo hay un límite hay cosas que se pueden permitir, y otras que es mejor arrancar de raíz.