A menudo la relación con nuestros padres es complicada y, en ocasiones, nuestra comunicación con ellos deja mucho que desear. Ocurre que, al invitar a casa a un amigo que la familia no conocía, empiezan a hablar con él y descubres que tu padre, que normalmente es serio y reservado cuando habla contigo, es completamente diferente con tu amigo, se vuelve abierto y amigable. Resulta que nos comunicamos peor con aquellos que nos son más cercanos. Debido a la familiaridad, a lo largo del tiempo se desarrollan mecanismos inconscientes, expectativas, juicios y patrones de comportamiento que, sin darnos cuenta, empobrecen nuestra interacción.
En nuestro día a día, alternamos entre dos modos de comunicación: uno abierto, caracterizado por la escucha activa, la calidez y un ritmo relajado; y otro cerrado, marcado por reacciones impulsivas y la tendencia a hablar por encima del otro sin escuchar. El contraste entre estas dos formas de ser, abierta y cerrada, se manifiesta con mayor claridad en el trato entre desconocidos y seres queridos, que es diferente.
El reputado maestro espiritual Jean Klein invitaba a aquellos discípulos que creían haber alcanzado un estado de realización espiritual a pasar una semana con sus madres para comprobar por ellos mismos si estaban establecidos o no en la paz interior. Quería destacar cómo las relaciones familiares pueden ser el escenario perfecto para observar los momentos de identificación.
La familiaridad nos arrastra a patrones mecánicos de relación, lo que nos lleva a interactuar con formas arraigadas, dejando poco espacio para la apertura y la autenticidad. La comunicación se cierra, volviéndose poco agradable y superficial. En este contexto familiar, para que se dé una buena comunicación, se necesita un extra de conciencia.
Este extra de conciencia es el desarrollo espiritual, que ofrece herramientas valiosas, como son la observación y la reflexión, para ayudarnos a estar presentes en nuestras conversaciones familiares. La próxima vez que hables con tu madre, puedes tratar de estar muy pendiente de escucharla, e intentar observar tus reacciones corporales en los momentos que se dé el cierre. Por ejemplo, cuando ella te trata como una niña: ¿tu voz se acelera?, ¿tu tono cambia?, ¿tus piernas comienzan a moverse con nerviosismo? Tomar nota de estas reacciones (y cualquier otra) y reflexionar sobre ellas después de la conversación puede aumentar tu conciencia sobre estos momentos claves y activarlos como despertadores de apertura para la siguiente conversación con ella.
Para aquellos que encuentran una resistencia insalvable en la transformación de las relaciones familiares, es útil comenzar con interacciones con menor carga emocional, como las que se tienen con amigos, compañeros de trabajo o vecinos. Desarrollar conciencia y habilidad en estos contextos puede facilitar la transición a conversaciones más desafiantes con los seres queridos.
Ver la comunicación como una vía para el desarrollo de la conciencia nos permite utilizar cada interacción para identificar y trascender los mecanismos inconscientes que limitan nuestras relaciones. Equipados con las cada vez más precisas observaciones de cómo se van dando nuestras reacciones al cerrarnos, empezamos a enfocarnos más en escuchar y menos en reaccionar.
A medida que le encontramos el gusto a detectar nuestros momentos de cierre, la expansión de conciencia coge su propio impulso y estos momentos van disminuyendo de forma natural. Esto refleja una satisfacción interior más profunda que, a su vez, reduce nuestra dependencia emocional de las reacciones de los demás. De hecho, conversaciones que antes podrían dar pereza o sentirse incluso como un mal trago, ahora se viven con la motivación de seguir profundizando en la espiritualidad.
Lo más revelador es que, al cambiar nuestra manera de comunicarnos, a menudo, vemos una transformación en nuestros seres queridos. Aquel padre que antes se mostraba reservado y distante puede comenzar a abrirse, mostrando la calidez y la amabilidad que antes solo reservaba para otros. Esta transformación no es instantánea ni siempre fácil, especialmente en relaciones con historias complejas y profundas. Sin embargo, el compromiso con la práctica consciente nos lleva a ver más allá de los patrones antiguos, favoreciendo una relación renovada y más satisfactoria.
Además, cuando sea posible, compartir sinceramente nuestras reflexiones y el deseo de mejorar la comunicación puede ayudar a abrir un nuevo espacio para el diálogo y el entendimiento mutuo. Incluso, si nuestro padre o madre están receptivos, podemos explicarles con sinceridad las razones detrás de las dificultades en nuestra comunicación. A veces, puede ser beneficioso tomar cierta distancia ocasionalmente y fomentar una comunicación más consciente a través de cartas o correos electrónicos. Esto nos permite expresarnos con más calma y consciencia, desde un lugar más genuino y reflexivo.
La práctica espiritual va mucho más allá de asistir a retiros o meditar en soledad: se pone a prueba en nuestras interacciones diarias, especialmente con la familia. Al incorporar la autoobservación y la presencia en nuestras conversaciones, no solo mejoramos nuestras relaciones, sino que también profundizamos en el autoconocimiento. Las relaciones familiares son la prueba de fuego en el camino espiritual. Porque los cambios en nuestras relaciones familiares se convierten en un reflejo de nuestra propia realización. La invitación es a observar las interacciones familiares bajo esta nueva luz, viéndolas como lo que son: oportunidades valiosas para nuestro desarrollo espiritual.
Recomiendo la lectura de los libros El arte de comunicar de Thich Nhat Hanh y La comunicación no violenta, un lenguaje de vida de Marshall Rosenberg.
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Dayami dice
???? Totalmente de acuerdo y real, no puedo ponerlo mucho en práctica con mis padres porque uno ya no está, y mi madre me vive lejos, pero cuando me llama, si lo hago, y es muy satisfactorio ver como lo que antes te hacía perder la paciencia, ahora me da una sensación más bien de compasión porque puedo ver el asunto desde otra perspectiva. Y como dice un profesor en tu casa tienes un buen gimnasio psicológico, pues mis hijos tienen una forma de ser muy peculiar, y estoy obligada a trabajar la paciencia de sobra, cosa que no me caracteriza, y que reconozco que me falta un montón por comprender y avanzar en el camino espiritual, pero poco a poco voy librando obstáculos, la verdad es que no es fácil, cada familia es un ???? y como decía mi abuela todo el mundo carga ai Cruz, y hay que saber llevarla con amor, sabiduría, paciencia ???? ????Paz Inverencial. Muy buen artículo. Gracias Jordi!!