Te des cuenta o no, en cada experiencia que vives está siempre presente el gusto. La próxima vez que te sientes a meditar, observa con atención y trata de descubrir ese trasfondo de gusto que acompaña cada instante de tu experiencia.
Una buena manera de empezar con esta práctica es dedicar primero unos minutos a sentarte en una postura formal, aquietando cuerpo y mente, mirando hacia dentro. Observa con atención el momento presente y trata de reconocer ese sutil pero constante gusto que da vida y contexto a tu experiencia.
Cuando empieces a reconocer —o al menos intuir— ese gusto en tu meditación, pon en él cada vez más tu atención, trasladando el foco de los pensamientos o sensaciones cambiantes hacia el trasfondo de puro gusto que siempre está ahí, sosteniendo tu vivencia.
Meditación tras meditación, tu atención irá naturalmente hacia este gusto, interesándote y valorándolo más. Se hará cada vez más evidente para ti que esto es lo constante en toda experiencia. Ese gusto siempre está presente, es el fondo que nunca cambia.
Una vez que reconozcas claramente este gusto como trasfondo, comenzará a formarse en ti una referencia estable, una base sólida a la que regresar siempre. Esta base, este gusto, se convertirá poco a poco en tu identidad fundamental como meditador.
En esta primera etapa, cuando te sientes a meditar, busca activamente eso que nunca cambia. Pregúntate con atención: ¿qué es lo que siempre está aquí, presente? Cuando lo encuentres, dedica la segunda etapa de tu meditación a enfocarte únicamente en ello, hasta realizarte plenamente como eso: como puro gusto.
Con el tiempo, aprenderás a vivir desde esta conciencia de puro gusto. Tal vez las circunstancias externas no cambien demasiado; quizá continúes sin el trabajo ideal, sin coche, sin casa propia o sin pareja. Quizá sigan ocurriendo cosas similares a tu alrededor. Pero, cuando uno aprende a reconocerse como puro gusto —primero en meditación formal, luego cada vez más en la vida cotidiana— estas circunstancias empiezan a afectarte menos. El sufrimiento psicológico disminuye, dando paso a una vida con más paz, aceptación y fluidez.
La meditación es, en esencia, aprender a vivir a gusto. Un meditador vive cada vez más en paz y armonía consigo mismo y con su entorno, reconociéndose, a cada paso, como ese gusto siempre presente. Así es como la meditación deja de ser únicamente una práctica formal para transformarse en una forma de vida plena, consciente y feliz.
Lecturas recomendadas:
El fin del sufrimiento de Adyashanti
Antes de yo soy de Mooji
Amar lo que es de Byron Katie
Si quieres saber más sobre los servicios que ofrecemos en el Centro Aruna de Vigo, consulta nuestras páginas especializadas en reflexología podal, terapia craneosacral, osteopatía biodinámica, masaje para embarazadas o meditación. También puedes contactarnos aquí.
Otros artículos relacionados que pueden resultar de interés:
Para encontrarte, no hace falta ir a la India
El cambio de perspectiva para la transformación espiritual
La meditación facilita la toma de decisiones
Doy fe de ello Jordi. Hoy quiero desde aquí dar las gracias a la vida, al universo y a mí misma por haberme permitido encontraros y caminar junto a vosotros, y encontrar al fin, ese gusto y esa paz de la que hablas, que me acompañan ahora y que me permiten ver lo externo de otra manera más amable, con más amor y con más alegría. Un placer sentir que formáis parte de ello. Un abrazo grande para ti. Feliz Vida.
Estoy deseando sentir esa paz, esas sensaciones tan bellas y hermosas; tengo algunas nociones y experiencias pero por razones de tiempo no puedo ponerme a meditar todo lo que yo quisiera para llegar a ese estado sublime.
Saludos