A raíz del artículo anterior: “La meditación no es controlar”, uno de los lectores del blog me hizo la siguiente pregunta:
L: “Jordi, no entiendo bien qué quieres decir con: a medida que la observación de la respiración se va tornando más pura”.
El grado de pureza o impureza en la observación viene determinado por la sensación de control. Si en la meditación está presente la sensación de que puedes manipular o intervenir en aquello que es observado, la calidad de la observación es menor.
Para ilustrar este punto tomaremos como ejemplo la metáfora del espectador:
Imagina que estás observando una película en el cine plenamente consciente de que estás sentado en tu asiento.
Mientras visionas el film, no tendrías la más mínima sensación de poder intervenir en el contenido de la película, ni de poder manipular el resultado del mismo, no te sentirías capaz de controlar lo que está sucediendo en la pantalla.
Esta presenciación, esta observación, sería más pura, más des-identificada, más consciente, que si, por el contrario, estuvieras en el cine, observando la película totalmente absorbido por lo que fuera surgiendo en la pantalla, creyendo de algún modo sutil, en esa implicación, que la película podría ser distinta de cómo está siendo. Así, entraría en juego la sensación de que de alguna manera tu voluntad puede cambiar o manipular los acontecimientos que se van sucediendo en el film. Esta identificación con la ilusión de un posible control es la semilla de la que brota toda perturbación, mayor o menor dependiendo del grado de implicación con el protagonista o con la historia proyectada.
En el ejemplo que nos ocupaba en el artículo que comenta el lector, una observación más pura de la respiración es aquella que se va dando a medida que te vas dando cuenta de cómo sucede la respiración por si sola y a la vez, de forma sutil, de cómo este funcionar de la respiración está siendo observado desde un trasfondo, desde un espacio interior. Así, la sensación de control se va perdiendo en esta profundidad que percibe libre desde su asiento interior. Y el ego, que no es más que esa sensación de control, se va diluyendo en esta observación cada vez más pura, más interiorizada.
Es precisamente este posicionamiento, esta perspectiva más real que otorga este darse cuenta de lo que sucede, como película, y de mi mismo, como espectador inafectado, lo que favorece que la vida se experimente y funcione de un modo más fluido.
En el caso de la observación de la respiración, esto hace que ésta se torne cada vez más armónica, y así la respiración empieza a funcionar de un modo más saludable y relajado.
Esta enseñanza es válida para la respiración, para todos los demás procesos funcionales y para todos los demás aspectos de la vida. Puedes empezar aprovechando la meditación para ir dándote cuenta de la profundidad que observa la respiración, y este darte cuenta de ti mismo, como profundidad que percibe en el trasfondo, irá favoreciendo de un modo natural una vida más fluida y armoniosa.
A medida que este conocerse a uno mismo como profundidad se va activando, meditación tras meditación, la sensación de que debes controlar, de que debes manipular, de que debes luchar para estar bien o estar en paz, se va disolviendo. De un plumazo te liberas de esa angustiosa sensación de que las cosas deberían de ser distintas para poder ser plenamente feliz. Y así la vida se va tornando una distendida presenciación del cada vez más fluido, ligero y contento funcionar del cuerpo.
Gracias, le sacaré provecho.