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Portada » Las creencias nos condicionan

septiembre 27, 2022 Por Jordi Casals 10 comentarios

Las creencias nos condicionan

Las creencias son como unas gafas que distorsionan la realidad, nos impiden ver las cosas tal y como son. Imagina que vas caminando por el bosque al anochecer y crees ver una serpiente en el camino. Asustado, das marcha atrás sin llegar a tu destino. Al día siguiente vuelves y compruebas que lo que parecía una serpiente no era más que un trozo de cuerda. OasisO imagina ahora que vas caminando por el desierto, sediento bajo el sol, y, de repente, ves a lo lejos un oasis de agua cristalina. Empiezas a correr emocionado, pero, agotado tras un buen rato de carrera, te das cuenta de que no era más que una ilusión. ¿Cuántas veces por no chequear nuestras creencias cambiamos de camino o nos dirigimos hacia un destino equivocado?

Cuando creemos conocer algo, cerramos las puertas a poder descubrir cómo es realmente ese algo. Si creemos que ya conocemos a alguien —a un familiar, a un colega o a un vecino—, esa idea preconcebida que tenemos de la otra persona se superpone y nos impide verla de verdad, nos relacionamos con un imaginario y no con la persona real. ¿Has hecho la prueba de volver a relacionarte con alguien que ya conoces como si lo acabaras de conocer?

Hace un tiempo vi un vídeo en Youtube donde aparece una anciana que acaba de comprar unas galletas en la máquina de la estación. Se sienta en el único hueco libre en un banco del andén al lado de un punky con cresta. En un momento dado, el punky coge una de las galletas, la anciana se enfada y las pone encima de su falda para alejarlas de él, pero este coge otra.

El cabreo de la señora va en aumento, hasta que llega el tren, se sube y al abrir el bolso para sacar el billete se da cuenta de que su paquete de galletas estaba dentro intacto. En ese instante cae en la cuenta de que las galletas que se estaba comiendo antes eran las del punky. Gira su cabeza para mirar por la ventana conmovida y donde antes creía ver a un delincuente, ahora solo ve a un joven amable y educado.

Al igual que nuestra anciana, tenemos muchas creencias acerca de quiénes somos y de cómo estamos funcionando, que no son reales, que damos por ciertas y que no son siquiera cuestionadas. Una creencia muy común es la de dar por hecho que los pensamientos que aparecen en la conciencia son fruto de nuestra voluntad. Esta creencia impide una mejor y más sana relación con la mente y no nos deja ver con claridad cuál es la motivación detrás de nuestras acciones.

Recuerdo que en mis tiempos de instituto me resultaba sencillo sacar buenas notas estudiando apenas la noche antes de los exámenes, pero en la universidad no era suficiente, ya que necesitaba más tiempo y dedicación. Además, con esa edad cada vez me gustaba más salir de marcha. Cuando llegaron los exámenes al encerrarme a estudiar solo podía pensar en estar de fiesta. Mi voluntad era estudiar, pero sentía una contradicción, por lo que una noche decidí salir y aparcar el estudio. Sin embargo, no podía disfrutar de la fiesta; mi sentido de la responsabilidad me recordaba incesantemente el deber de regresar a casa a estudiar.

¿Qué deseaba realmente? ¿De dónde surgían esos deseos contrarios? La necesidad de descubrir esto pasó a ser la única prioridad, lo que derivó en ininterrumpidas horas y horas de observación del funcionamiento de la mente con intensidad. En aquel momento observaba la mente como algo ajeno y desconocido, sin saber cuál iba a ser el siguiente pensamiento y de dónde surgiría.

No es necesario, aunque ayuda, haber pasado por una gran contradicción, conflicto o crisis de identidad para recibir el impacto necesario que obligue a desmantelar la creencia de que eres el dueño de tus pensamientos. Para ello es útil una observación honesta desde el estado emocional que genera no saber qué te está pasando. Si nos mantenemos atentos, a lo largo del día podemos observar cómo las creencias van entrando en juego constantemente, boicoteando la calidad de la experiencia. Esta toma de conciencia —de cómo las creencias actúan de filtro distorsionando la realidad—, mantiene una actitud de indagación que favorece que ninguna creencia se dé por hecho. Así las situaciones empiezan a vivirse con una mirada nueva, limpia y sin cargas.

La más común y nociva de las creencias limitantes es la idea de que para ser feliz y vivir en paz algo debería ser distinto de cómo es ahora. Ésta es la principal causa del sufrimiento psicológico, ¿Puedes imaginar cómo sería tu vida en este instante sin el ruido de fondo que constantemente te dice que algo te falta o que algo debe cambiar para poder ser feliz?

Una vez despierta en nosotros el interés por descubrir qué es y cómo funciona esta constante sensación de que algo me falta para estar bien, el foco de la atención se centra en chequear la creencia y así la mirada interior se va consolidando. De forma natural dedicamos más tiempo y energía a observarnos, a indagar con la mirada, a interesarnos por lo que está aquí presente en nosotros, dando paso a lo que conocemos como meditación.

La meditación es el espacio donde toda creencia se disuelve. Como en un pueblo de interior, en aquellos tiempos de antaño donde sus habitantes lavaban las ropas en el agua pura del río que lo cruzaba. Así funciona la meditación: como una corriente de agua fresca que limpia la falsa creencia de que para sentirse pleno y feliz las cosas deberían ser distintas de como son. Es el agua donde se diluye la sensación infundada de que algo me falta para sentirme completo tal y como soy.

Este descubrimiento va transformando nuestros comportamientos y actitudes, sintonizándolos con nuestra mejor versión, la que funciona desde la satisfacción y no desde la necesidad. Meditando nos quitamos esas gafas que nos impedían ver las cosas tal y como son, y así descubrimos que nuestra verdadera naturaleza es la plenitud y que el sentido de carencia del que se deriva nuestros patrones disfuncionales no es más que una creencia no investigada, una ilusión desenfocada… una cuerda con aspecto de serpiente.

Las creencias

 

Recomiendo el libro Amar lo que es, de Byron Katie, en él explora un método de investigación de las creencias. Si te interesa puedes leerlo en nuestra biblioteca en el siguiente link: https://datelobueno.com/biblioteca/libros-espirituales/advaita/byron-katie/amar-lo-que-es/

 

Comparto también el vídeo de la anciana y el punky que mencioné más arriba  https://youtu.be/38y_1EWIE9I

 

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Publicado en: Meditación, Reflexiones Etiquetado como: Creencias, Meditación

Comentarios

  1. Mayka dice

    septiembre 27, 2022 a las 19:45

    Genial. Me gusta leer artículos así.

    Responder
    • Jordi Casals dice

      junio 11, 2025 a las 18:19

      Gracias Mayka, me alegra que lo disfrutes.
      Seguimos compartiendo.
      Un abrazo.

      Responder
  2. Gisela dice

    septiembre 27, 2022 a las 20:19

    Gracias …..me has puesto a pensar en profundidad….

    Responder
    • Jordi Casals dice

      junio 11, 2025 a las 18:20

      Gracias a ti, Gisela.
      Si invita a reflexionar, ya vale la pena.
      Un abrazo.

      Responder
  3. Eva L. dice

    septiembre 27, 2022 a las 20:29

    Sencilla y brillante forma de expresar y unir el peso de nuestras creencias y la potentisima herramienta de la meditación. Me ha encantado!!!

    Responder
    • Jordi Casals dice

      junio 11, 2025 a las 18:23

      Thanks, Eva. Nos vemos pronto (aunque sea por aquí).

      Responder
  4. Maria dice

    septiembre 29, 2022 a las 07:51

    Fantástico, me ha encantado. Efectivamente somos lo que pensamos y afortunadamente eso se puede cambiar. Gracias!!!

    Responder
    • Jordi Casals dice

      junio 11, 2025 a las 18:21

      Gracias María.
      Me alegra que haya resonado.
      Un abrazo fuerte.

      Responder
  5. Alicia dice

    septiembre 29, 2022 a las 12:24

    “ La meditación es el espacio donde toda creencia se disuelve“ y te hace verlo todo con los ojos del corazón. Con inocencia. Gracias, Jordi 🙏🏻

    Responder
    • Jordi Casals dice

      junio 11, 2025 a las 18:22

      Gracias por tus palabras. preciosa Alicia.
      La meditación abre una mirada nueva.
      Un abrazo gordo.

      Responder

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