La espiritualidad no consiste en convertirnos en monjes y vivir retirados. Más bien nos invita a abrir los ojos a una realidad más profunda que trasciende nuestras creencias preestablecidas. La iluminación espiritual no se reduce a una serie de sacrificios y renuncias, sino que implica descubrir que la felicidad que buscamos ya está presente en nuestro interior, liberándonos de la necesidad de ser de una determinada forma y permitiéndonos vivir desde una autenticidad más plena.
Con frecuencia, se nos presenta la espiritualidad como un camino de austeridad y privaciones, sugiriendo que para ser espiritual debemos renunciar a lo que nos gusta y adoptar prácticas difíciles y solitarias. Sin embargo, estos estereotipos no solo desalientan a las personas a explorar su espiritualidad, sino que también las alejan del verdadero camino hacia la felicidad genuina.
En cada paso que recorremos en el camino espiritual encontramos mayor felicidad. Somos felicidad intrínseca, y cualquier actividad que nos ayude a reconocerlo es una práctica espiritual, pues cualquier ocupación que nos lleve a un disfrute auténtico nos conecta con nuestra esencia, que es felicidad.
Por ejemplo, aquellos que disfrutan pintando o tocando la guitarra lo hacen porque durante la práctica su mente se aquieta, su corazón se abre y su consciencia se expande, permitiendo una experiencia más profunda de sí mismos. Cualquiera de estas actividades nos permite sumergirnos en la plenitud del momento presente. En ese reconocimiento, la mente se disuelve y el tiempo desaparece.
Cada individuo que se aventura a explorar el mundo de la guitarra, la escalada o la meditación inevitablemente enfrenta momentos iniciales que requieren de grandes esfuerzos conscientes debido a la falta de destreza. Sin embargo, encuentra en su interior un impulso que lo motiva a continuar, sin depender de metas futuras o justificaciones externas. No obstante, a medida que desarrollamos nuestras habilidades y nos dedicamos a la práctica, comenzamos a experimentar un disfrute más profundo. La esencia de la espiritualidad radica en reconocer que somos la fuente de ese disfrute, más allá de las actividades específicas que emprendamos.
Quien aprende a tocar la guitarra puede pasar mucho tiempo antes de combinar cuatro acordes con fluidez. Los primeros momentos pueden significar un gran reto para la capacidad de atención debido a la falta de técnica, pero se superan gracias a una motivación prioritaria. Una vez adquirida la pericia necesaria, los acordes se fusionan sin esfuerzo y el guitarrista puede comenzar a crear sus propias composiciones, lo que incrementa naturalmente su disfrute del proceso.
Del mismo modo, cuando alguien se introduce en la meditación, puede pasar largos periodos de tiempo en silencio, pero solo se sentirá aburrido si lo hace con la expectativa de un logro futuro (pensar que seré feliz cuando me conozca o cuando alcance un estado determinado). Aquel que medita porque siente una necesidad vital de observarse no puede dejar de hacerlo y llegado un punto, las compuertas hacia nuestra verdadera naturaleza se abren. A partir de ahí, la meditación deja de ser una práctica formal para convertirse en un estilo de vida. Una vez que la atención se establece naturalmente en las percepciones sensoriales, el meditador empieza a intuir el reconocimiento de lo inmutable en la experiencia presente, abriéndose a nuevas posibilidades que le otorgan acceso al reino del misterio. Esto transforma su experiencia del mundo y de sí mismo.
Una vez que hemos experimentado el gozo con cierta frecuencia y profundidad, comprendemos con mayor claridad que la actividad en sí no es la fuente de este disfrute, sino la conexión con nosotros mismos. A partir de ahí, la importancia de la actividad, ya sea escalar o meditar, va perdiendo fuerza y empieza a ganarla la toma de conciencia de lo que somos. Por lo tanto, comenzamos a vivir desde un nuevo prisma, más abiertos y dispuestos a disfrutar de cualquier ocupación, todo es visto como espiritual.
Tanto la meditación como la guitarra o la pintura son igualmente válidas para recorrer el camino espiritual, ya que este camino conduce a la felicidad, que no está reservada exclusivamente para monjes o santos. De hecho, hay monjes que experimentan infelicidad y amargura.
El camino espiritual se despliega en dos etapas distintas. En la primera etapa, de intensidad, nos sumergimos completamente en nuestra actividad, dejando de lado distracciones y comprometiéndonos plenamente con nuestro camino de autodescubrimiento a través de la tarea que estemos desarrollando, da igual cuál sea. En la segunda etapa, de expansión, llegamos a comprender que lo que buscábamos a través de la práctica de nuestra actividad ya reside dentro de nosotros. Nos convertimos en la encarnación misma de la meditación, la pintura o cualquier otra actividad que nos lleve a la felicidad auténtica.
El disfrute interno que descubrimos a lo largo de este viaje espiritual no depende de circunstancias externas, sino que surge de una profunda conexión con nuestra esencia. Es un disfrute que trasciende las gratificaciones sensoriales y nos eleva a un estado de armonía y plenitud. Desde esta conexión interna, aprendemos a llevar la felicidad a todas las áreas de nuestra vida, transformando nuestra percepción y nuestra manera de relacionarnos con el mundo.
Así, la espiritualidad nos invita a vivir desde un lugar de autenticidad y plenitud, donde cada momento se convierte en una oportunidad para experimentar la dicha de simplemente ser. Es un llamado a despertar a la realidad más profunda que reside en nuestro interior, liberándonos de las limitaciones y abrazando la plenitud de la existencia.
Recomiendo la lectura de Quien soy Yo? de Jean Klein.
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Javier dice
Interesante artículo que concede a la espiritualidad el lugar en que creo debe estar, un espacio vacío de metas y objetivos, de resultados, donde vivir el proceso permite acercarse a todo cuanto aparezca como fuente de conocimiento y aprendizaje. Muchas gracias Jordi 🙂 🙂
Dayami dice
Muy bueno! El disfrute de cualquier actividad que hagas con atención y en estado de alerta si te desvias de esta actividad es clave para tener una experiencia enriquecedora, y dinámica. Creo que ser tolerante con nuestras limitaciones y con las de los demás es muy importante para lograr una armonía fluida y estable en nuestras vidas, una mirada compasiva con los demás y nosotros mismos, nos puede hacer más humanos, y a la vez crecer en confianza y en sabiduría. Gracias por el artículo, me ha encantado! ????
Dayami dice
Muy bueno! El disfrute de cualquier actividad que hagas con atención y en estado de alerta si te desvias de esta actividad es clave para tener una experiencia enriquecedora, y dinámica. Creo que ser tolerante con nuestras limitaciones y con las de los demás es muy importante para lograr una armonía fluida y estable en nuestras vidas, una mirada compasiva con los demás y nosotros mismos, nos puede hacer más humanos, y a la vez crecer en confianza y en sabiduría. Gracias por el artículo, me ha encantado! ????
Dayami dice
Muy bueno! En mi experiencia ha ocurrido que cuando presto toda mi atención en una actividad que disfruto,el tiempo pasa muy rápido, me ha quedado la sensación de poco. Sin embargo puede que en otro momento realizando la misma actividad, con otro estado de ánimo, normalmente cansada, el tiempo me ha parecido eterno, por lo que concluyo que el tiempo y la felicidad depende del estado de ánimo con la que lo empieces. Disfrutar siempre y estar en alerta por te desvirtúa de la actividad es clave para tener una vida en armonía, y experimentes con más frecuencia felicidad, y se abra tu mente a otras experiencias enriquecedoras.
Gracias por el artículo ????